domingo, 5 de mayo de 2013

CARLITOS EN DIARIO CLARIN DE HOY


Carlitos Balá: “A los chicos de hoy, en lugar del chupete, hay que sacarles el celular”


Como un obelisco, a un costado del escritorio, el chupetómetro. Un metro de tetinas oxidadas. Museo de bocas. A los 87 años, el dueño de esa colección de la historia pre-dental de los argentinos, cambia el paradigma de su campaña: “A los chicos de hoy, en lugar del chupete, hay que sacarles el celular”. A más de 20.000 días de su debut en televisión, Carlitos Balá le torea al retiro. Mientras se peina el flequillo gris, se empecina en ponerle vida al vacío: “Cuidado al caminar, no pises a Angueto”. Y entonces, ahí donde parece no haber nada, un perro ladra.
“Así soy, todo el día buscando el absurdo. Que te quieran y te hayan querido mucho te rejuvenece. La muerte es natural, un chiste. Muchos se hacen los buenos cuando se están muriendo, ¿Viste?”, se acomoda en un sillón de su piso de Recoleta. Acaba de regresar a la pantalla chica tras casi una década sin continuidad (Plan TV, los sábados, a las 12, por El Trece, con Fátima Florez y Gabriela Sobrado). A Angueto lo guarda “en una caja”. Pero abre la boca y se le escapan Canuto Cañete, Petronilo y otras cuantas almas.
¿Todo el día es así? ¿Cuándo deja descansar a los personajes?
Soy adicto al humor. Desde chiquito. Van 58 años de oficio profesional. Juego todo el día. Voy alegrando a la gente. Voy por la calle y le digo a un tipo, ‘¿Señor para dónde va?’ Contesta: ‘Para allá’. Le digo: ‘Bueno y vaya, ¡No me haga perder el tiempo!’ Es continuo. Chiste y chiste.

¿Nunca está triste?
¡Si! Que la miseria, que una bomba en Oriente, que las inundaciones. La tierra se está moviendo. Todos los que somos sensibles tenemos tristeza. Yo me entristezco con las malas noticias. Pero, en general, soy un tipo feliz. No me gusta sufrir, y menos a mi edad.
¿Y por qué no hacía TV? ¿No le interesaba la tele o a la tele no le interesaba usted?
Los sketches pasaron de moda. Ahora están surgiendo nuevamente. (Diego) Korol. (Marcelo) Tinelli ahora va a hacer sketches. La gente quiere ver lo que hacía Pepe Biondi, (José) Marrone, pero actualizado. Está faltando eso. ¡A mí claro que me interesa la tele! Entre hacer reír en un canal y hacer reír por la calle, me da más ganancias el canal. Aunque la satisfacción es la misma.
¿Comulga con la idea de que los niños de hoy son más despiertos?
Yo hago reír a cualquier chico. Dame tiempo para que se instalen mis personajes, mis latiguillos. Los bocadillos tenés que imponerlos como cuando imponés una mercadería. La primera vez que tomaste whisky, seguro no te gustó. Es la repetición. Lo que cambió fue la técnica, las máquinas, llegó Facebook. Pero la parte humana del chico es igual a hace 40 años. Le duele la muela, llora. Le pegó un chico, se lo va a contar a la madre. Yo compongo a un niño porque todavía soy niño. No lo he perdido gracias a Dios.
¿Cómo es eso de que habría que quitarles el celular a los niños de hoy?
Sacarles la computadora es costoso. La computadora es educación. Pero los padres deberían poner horarios. El celular también es adicción. Los chicos se gastan todo el día en eso. Una lástima. A un chico hay que medirlo, ponerle límite. Ojo, al grande también. Esos chiches son vicios.

En Cañada de Gómez, Santa Fe, cada 29 de abril, Rubén Carrera le celebra el día del animal a Angueto. Sube una foto del mismísimo vacío al Facebook de Balá y la comparte con medio millón de seguidores. En lugar de una imagen de la nada, los fans juran ver al perro más hermoso del mundo. Es uno de los “grandulones” que todavía llora cuando el día de su cumpleaños suena el teléfono y una voz lo voltea al grito de¿Qué gusto tiene la sal?
“Carlitos tiene un cuaderno en el que anota la fecha de cumpleaños de cada seguidor. O llama para Navidad o el Día del trabajador”, enloquece, vía telefónica, desde su pueblo.
La prueba existe. Decenas de carpetas con dibujos en hoja canson. Garabatos de quienes ya son padres -y alguno hasta abuelo-. El chupetómetro adorna el despacho. “Lástima que no conté cada chupete. Hubiera ganado el récord Guinness. Guardo todo, ¿Ves?”. Las manos venosas extienden pedazos de infancias. “La risa es cuando los llamo a sus casas. ‘¿Está Eduardito?’ ‘¿De parte de quién?’ ‘De Carlitos Balá’. Contestan: ‘Se deja de jorobar que tenemos mucho que hacer’ Cortan. Vuelvo a llamar: ‘¿Está Eduardito? Soy Balá’. Si y yo tengo un hermano que es cura. Dejate de jorobar, viejo’. Blum y cuelgan. Cuando llamo la tercera vez, explico: ‘Su hijo me dejó una carta con la fecha de cumpleaños’. Ahí me piden disculpas. No pueden creerlo. Soy el único que lo hace.

Martha, su esposa desde hace medio siglo, asoma con la merienda. En la página web de Balá, de vez en cuando se sortea una merienda junto al conductor. Premio para cuarentones nostálgicos. Carlos Salim Balaá le guiña el ojo a su mujer y recuerda el día que la conoció, en un casamiento. “Fui a acompañar a un muchacho que cantaba el Ave María y ella estaba con una amiga. Yo no tenía interés en ella, pero el otro muchacho enloqueció con la amiga. Lo que es la vida. Yo le estaba haciendo pata al otro y me quedé con Martha toda la vida”. Tuvieron dos hijos, Laura y Martín. Laura aborrecía tener que compartir a su papá con millones de “hermanitos postizos”.

En agosto cumple 88 años. ¿Se acuerda todavía de su debut?
Primer día de radio. Yo sabía que temblaba, entonces llevé un almanaque y le saqué los 12 meses ... me sirvió de apoyo para el libreto. Delfor Medina, director de La revista dislocada, por Splendid, me había asignado el personaje de Gerente de publicidad de Jabón Federal. Un personaje nervioso. Yo me hacía el que me trababa, Señoris, señores, señoras, tengan ustedes buenas tirdas, terdes, tardes. En el saclo, seclo, ciclo que se inicia, con libreto de Aldo Cacá, Cacá, Cammarotta . Fines del ‘54. Pobre tipo, pensaban. Cuando los autores se rieron, todos se dieron cuenta de que estaba haciendo un buen personaje. Pero esto venía de antes, de los colectivos. Me subía al 39, ponía un pie en el estribo y decía: ‘Dejen bajar primero a los que suben’. Hacía payasadas. Una vez hicieron un festival en el Cine Argos’. Yo le rajaba al escenario, así que me conformé con abrir el telón. Cuando vencí la timidez, de grande, arranqué en la TV. Fueron décadas. Cuando trabajaba en ATC, entraba a las 7 y me iba a las 20. Tres maestras jardineras, 500 chicos. Yo cuidaba todo: al chico que vomitaba, que no hiciera frío, ni calor. Puro sacrificio. Ahora es Esteban Farfán, productor de Plan TV y seguidor número 1, el impulsor de esta enésima vuelta. No me pienso retirar hasta que deje de hablar.
La carrera de Balá, atravesada por la época de la dictadura militar, fue discusión hasta entre sus fans crecidos. Pero él detesta volver al tema. Jura que lo suyo fue hacer, “nomás”, lo que sabía: “Siempre fui apolítico. Creo en los hombres, no en la política”.

¿Hizo todo en la vida?
No. Me gustaría un buen papel dramático, bien dirigido. Salvando la distancia, como esos personajes que hace (Robert) De Niro. Cuando sos cómico, creen que no podés.


Cuando mira para atrás, ¿Ve una hermosa vida?
Sí. Eso lo agradezco todos los días a Dios. Tuve el cariño inmenso de los argentinos. El regalo de poder hacer reír. Mirá, hice un viaje en crucero hace poco. Nos hicieron actuar a los pasajeros. Yo hice de soprano. Al terminar, el capitán del barco me dice ‘ Signore Balá, Si usted hace lo mismo que hizo, la compañía le paga viajes por el mundo ’. ¡Por hacer esa pavada! Hago reír y tengo el mundo a los pies.